Gil Manzano se apuntó a la fiesta del Villamarín. No podía faltar. La temporada del Real Betis ha sido un desastre mayúsculo por muchos motivos, de planificación y de juego, pero un porcentaje importante de la culpa de los malos resultados la han tenido los árbitros. No lo escondan, no es una excusa. Es la realidad. De la jornada 1 a la 32 y las que quedan seguro que alguna sorpresa más hay guardada.
Al Betis no le dio tiempo a enterarse de que había empezado el partido cuando ya le pitaron un penalti en contra. Balón a la espalda de la defensa, Bartra acompaña a Bacca que está de espaldas a la portería sin la pelota controlada y el colombiano se deja caer cuando nota los brazos del catalán sobre su cintura. Gil Manzano no se lo pensó. Penalti y amarilla en el minuto seis de partido. Los de Alexis tuvieron al menos en pundonor de tirar para adelante con mucho partido todavía, pero la segunda estocada llegaría cuando se anula un gol en propia portería de Anguissa por fuera de juego de un par de jugadores del Betis en el bote de una falta lejana. El VAR revisó que efecivamente había jugadores del Betis adelantados, pero en ningún momento participaron en la jugada, si no que fue el propio jugador visitante quién remató a su propia portería en el repliegue de la defensa. Un error, una incongruencia del reglamento. Como quieran llamarlo. La cuestión es que una vez más el partido estaba siendo ampliamente condicionado por las decisiones arbitrales que, una vez más, erraban en contra de los verdiblancos. Otra vez. Para no perder la costumbre.
No hay que obviar que el partido en defensa del Betis fue otro bochorno. Sin anticiparse a los delanteros, sin cometer faltas tácticas y sin esa garra que se debe demostrar en cada partido cuando tu mensaje es que hay que cortar la sangría defensiva cuanto antes. A la media hora de juego llegaría una de esas jugadas en la que Ontivero se recorre medio campo sin oposición y el balón le cae a Gerard Moreno que con un recorte espectacular rompe a Sidnei y bate a Joel Robles.
El Betis es un equipo muerto mentalmente que necesita muy poco para entregar la cuchara. Y si encima el arbitraje está muy lejos de esa justicia que se le presupone provoca que se le ponga todo más cuesta arriba. La puntilla llegaría cuando en el 46′ en colegiado se inventa una amarilla a Fekir por un presunto manotazo en la cara sobre un jugador visitante que no es ni parecido a lo que el colegiado quiso ver. Fekir protestó presa de la desesperación de ser el jugador de La Liga que más faltas recibe y verse con dos tarjetas rojas en el cómputo global, la octava expulsión del Betis esta temporada. Dos minutos después vería la segunda por pisar a Albiol en un balón dividido. No se lo pensó Gil Manzano. A la calle el francés, premeditadamente perseguido en el día de hoy y durante toda la temporada. Qué fácil es pitarle al Betis.
La segunda parte sobró. El Betis no tuvo ni un mínimo de reacción. Con uno menos y la moral por el suelo pudo dar las gracias a que el Villarreal no quiso excederse, porque la goleada podría haber sido de escándalo si el submarino amarillo hubiera querido.
Con otro rosco irá el Betis el sábado a jugarse la vida en Balaidos ante un Celta de altibajos que es capaz de meterle seis al Alavés y luego encajar cinco del Mallorca. Sea como fuere, o este Betis es capaz de sumar alguna victoria más de aquí a final de temporada o a rezar por que el Mallorca no haga el final de temporada de su vida.
