El Granada de Diego Martínez es el ejemplo idóneo de un equipo que es capaz de competir en cualquier contexto; pese a calendario, rivales y rotaciones. Tiene argumentos para mantenerse y no ser dominado en los partidos. Tiene un mérito enorme, evidentemente, el trabajo de Diego Martínez con el equipo para sobrevivir en tres competiciones y aún estar cerca de los puestos europeos.
Uno de los aspectos más interesantes de los nazaríes es su versatilidad. Es un bloque capaz de jugar con dos puntas o uno, un pivote o dos, tres centrales o pareja de dos… y, a pesar de estas variantes, siempre es capaz de competir. Y ya no es sólo una cuestión de esquemas o perfiles, también de comportamiento colectivo. Tiene la capacidad de contragolpear, salir desde atrás, jugar en largo sobre el punta, defender en bloque alto, esperar cerca de Rui Silva… todo cambia en función del rival y la idea del míster.
En el partido de ida, y frente a un Betis realmente corto, el conjunto nazarí superó a los de Manuel Pellegrini sin excesivas complicaciones. Se adelantó en los primeros minutos y logró proteger su ventaja de una forma seria y eficaz. El contexto es muy diferente: los verdiblancos llegan tras 6 empates consecutivos y acariciando la clasificación matemática a los puestos europeos.