Si te adelantas en el minuto 4 de partido, tienes dos opciones. La primera es ir a por el segundo, aprovechar la debilidad de tu rival y los espacios que va a generar. Esa decisión casi siempre suele ser la correcta aunque en la práctica pocos equipos se atrevan a hincar el colmillo cuando huelen sangre y finiquitar el partido. La segunda opción es todo lo contrario. Guardar el resultado, hipotecarte a la defensa durante más de 85 minutos y confiar en que podrás aprovechar alguna contra. ¿Adivinan cual eligió el Betis?
Correcto. El Betis volvió a demostrar que no ha aprendido absolutamente nada de sus errores recientes. Volvió a especular, a desaprovechar llegadas con peligro y a dejarse dos puntos cuando la ambición requería otro tipo de intensidad. La realidad es que a los de Pellegrini no se le descontroló el partido hasta bien entrada la segunda parte, pero si hubiera tenido la más mínima ambición por ganar, bien entrada la segunda parte ya debería haber cerrado el partido.
La buena noticia es que el Betis comenzó el partido con una imagen muy diferente a la del pasado lunes. Igualó y hasta superó en intensidad a un rival que se jugaba la vida y encontró fortuna pronto gracias a la intensidad y la valentía. Valiente Emerson yendo al balón dividido. Valiente Lainez encarando. Y valiente Guardado disparando desde fuera del área y sorprendiendo al meta armero en el primer tiro a puerta del partido. El Betis se ponía por delante y sorpresivamente no sufrió demasiado. El Eibar tenía más la pelota pero no generaba absolutamente. Demasiado tranquilo. Pero la verdad es que el Betis se fue al descanso con el partido controlado, ganando y con el pero de haber desaprovechada alguna llegada con peligro en botas de Fekir y Tello.
Pero más sorpresivamente fue ver como el equipo saltaba al verde tras el descanso con la sensación de que con defender le valdría. Como si le hubiera valido alguna vez en su centenaria historia. El Eibar creció poco a poco con el balón, el Betis se fue desconectando con el paso de los minutos y como si fuera la marea que sube a la orilla, los locales cada vez estaban cerca. Ya avisó Sergi Enrich con un cabezazo a la salida de un córner que Claudio Brava saca como puede. Eso no despertó al Betis, que se olvidó de atacar, desaprovechaba posesiones y jugaba muy lejos del área local. Y así, normalmente, no ganas.
Pellegrini movió el banquillo. Sacó a los fundidos Tello y Borja Iglesias para meter savia nueva con Aitor y Rodri. Pero el destino del Betis ya estaba escrito. Cuando entró Canales y salió Fekir, los apoyos en defensa ya no fueron los mismos y de una pérdida del cántabro salió la jugada del gol, carrera de Rober Correa con la nula defensa de Rodri, la pone al corazón del área, Bartra se duerme y Sergi Enrich remata para empatar. Minuto 83 y un mundo por delante. Y lo peor de todo: el Betis haciendo aguas.
No reaccionó. El Eibar tuvo un amago de dar por bueno el empate y dejó al Betis unos minutos para ver cuales eran las intenciones béticas. Pero nada. Nada con la pelota, errores no forzados, sin ideas y sin intensidad. El Betis se fue de Ipurua demostrando la nula ambición que existe en el club, tirando por tierra las últimas opciones de quedar quinto y rezando para que el domingo haya mejor suerte ante el Huesca para no jugarse entrar en Europa en Balaidos en la última jornada. Que sería ya de traca.
