Con jugadores como Fekir no se pide un trato especial, sino una protección necesaria para un jugador que derrocha calidad, espectáculo y fútbol, pero cosido a faltas por los rivales sin ser sancionados con la dureza de las acciones que realizan.
Esta situación no es sostenible. Y si no, que se lo pregunten a futbolistas como Nabil Fekir o Vinícius (por poner algunos ejemplos). Coser a patadas a un rival sale muy barato en LaLiga y eso tiene que cambiar, tanto por la propia competición como por el colectivo arbitral, permisivo en este tipo de “persecuciones”, pero ligero a la hora de castigar a aquellos que han sido castigados sobre el campo por el motivo anteriormente mencionado. Podría ponerme a desentrañar estadísticas sobre faltas, lesiones o expulsiones, pero esto creo que va más allá de los números.
Lo que sufrió Fekir ante el Athletic Club (una de tantas) fue fiel reflejo de ello. Yuri pude ser expulsado no pasado el cuarto de hora por las mismas entradas por las que fue expulsado Guido en uno de los derbis esta temporada, y Muniain, seguramente, expulsado a la par que Fekir por su “gesto cariñoso” al francés previo a todo lo que sucedería. Pero la cosa no quedó ahí. Como no, Fekir sería nuevamente la diana de casi todas las entradas rivales. Algunas fruto de este deporte, de tener que parar de “cualquier forma” a jugadores con un talento descomunal como el francés. Pero, digo yo, que para eso están los árbitros, para saber cuándo el defensa excede ese límite y debe abandonar el terreno de juego antes de tiempo.
Y ahí es donde radica el problema. Patadas siempre ha habido y habrá en el fútbol, faltaría más, pero no se puede permitir aquellas tretas y acciones que exceden el reglamento y provocan a aquellos susceptibles de ello. Este discurso no quita que Fekir tenga que controlar su temperamento, saber que “van a por él” y no caer en el juego enemigo. Pero estaría bien que los árbitros empezaran a localizar estas situaciones, y sancionarlas con el fin de erradicarlas. Por el bien del fútbol y del espectáculo, vaya. Al final lo que queda es un espectáculo empañado, con aquellos que lo crean atados de pies y manos y aquellos que lo destruyen campando a sus anchas sobre el césped.
Con jugadores como Fekir no se pide un trato especial, sino una protección necesaria para un jugador que derrocha calidad, espectáculo y fútbol en cada acción, pero que es provocado, cosido a faltas y llevado al límite con el fin de que no pueda realizar nada de lo anteriormente expuesto. De lo contrario, asentaremos el precedente de que “con los buenos, todo vale” y esto se convertirá en un calvario de lesiones. Porque, como dijo Pellegrini: “los que pegan se quedan y los que juegan, se van”.
