Llevo años escuchando a los Maldinis de casapuerta, esos “expertos” de fútbol con grandes comillas, amantes de la Premier League y del postureo balompedístico, defender a capa y espada la confianza dogmática en los entrenadores. Amparándose en el modelo de entrenador de los 90 y principios de siglo, cuando solían durar pasase lo que pasase y se consiga lo que se consiga hasta décadas en las islas, muchos aficionados sostienen que, en la gran mayoría de casos, es un error despedir a un entrenador en mitad de la temporada.
Ese tan escuchado y manido “déjenlo trabajar” tan popular en la Premier se da contra una pared de hormigón cada vez que aparece por la Liga un equipo cuyo patrón de juego brilla por su ausencia, los resultados no acompañan y los jugadores llamados a ser referencia no encuentran su sitio en el campo. Al Betis le lleva pasando las dos últimas temporadas. El año pasado se hizo tarde y mal, y el anterior ni siquiera se hizo. Cambiar al entrenador, en el momento y contexto adecuado y por un sustituto de garantías, da puntos.
Y es que el entrenador es mucho más importante en un equipo de lo que nos hacen creer y esa es la razón de ser de este artículo: poner una primera piedra para la reflexión de la relevancia vital que tiene un entrenador en el juego y, por consiguiente, los resultados que consiga un club.
Un equipo puede ser radicalmente opuesto a otro con la misma plantilla pero distinto entrenador. Un equipo con buenos mimbres puede pasar de vagar por los campos de España a competir a buen nivel si el que los dirige está capacitado para ello. Y este es el año perfecto para analizar esta observación, ya que Pellegrini dispondrá, con pequeños matices, de la misma plantilla que tuvo Rubi.
El contexto, el entorno y la propia Liga han cambiado mucho en un año, pero nunca se podrá analizar mejor el papel de un entrenador con respecto a otro. Aún es pronto para sacar conclusiones –aunque ya algo de mejoría se vislumbra- pero si Pellegrini consigue sacarle partido al mismo equipo con el que Rubi quedó el decimoquinto, habremos dado un paso de gigante hacia la confirmación de esta teoría.