En la vida un saque de banda bien ejecutado puede darnos muchas alegrías. La capacidad de sorprender es un arma muy poderosa. Atacar desde los costados, que las manos del lateral puedan encontrar al delantero. Todos esperan que juguemos en corto, pero hay veces en las que se mira más allá, y somos capaces de colgar el balón en el área.
El largo plazo es un gol de cabeza que nadie esperaba pero que el lateral había estado ensayando desde hacía tiempo. La pillería es la inteligencia de los que se supone que no son inteligentes. Pero, como en casi todo en la vida, se necesita ayuda. Para sacar rápido te tienen que dar el balón rápido, y para eso, hay que tener un buen recogepelotas.
La de recoger pelotas es una tarea muy denostada, a la que le cogemos aversión desde chicos, cuando nuestra mala puntería y la dichosa ‘ley de la botella’ hacen que tengamos que ir a buscarla. Ser recogepelotas es un encargo que casi siempre pasa de puntillas hasta que llegan los momentos importantes. Esos momentos en los que empiezan a contar todos los detalles.
En esos instantes se vuelve crucial la necesidad de tener a un tipo competente fuera del campo, uno que haga gala de su picardía y le pase rápido el balón al que esté por allí cuando el rival está descolocado o que se capaz de hacerse el loco cuando en los últimos minutos los visitantes estén asediando el área de nuestro equipo.
Muchas veces pasamos por alto el grandioso servicio que hacen estas personas a nuestros colores. Aunque esta falta de consideración no se le puede achacar a todo el mundo. El lunes, cuando en mitad de la remontada se armó el guirigay y todos los futbolistas corrían a hacer una piña en el córner, Nabil Fekir, todo un campeón del mundo, decidió saltarse la valla y fundirse en un abrazo con el sorprendido recogepelotas.
“Solo me dio tiempo a decirle a Fekir que tuviera cuidado con ver amarilla y me respondió: “Confía en mí””. Esto decía el protagonista de la escena el miércoles en Estilo Betis, un programa, por cierto, de Onda Bética, que parece que hay gente a la que le induce a error.
El caso es que a Nabil no le costó la amarilla ese gesto con el recogepelotas, el caso es que el número ocho dijo que se confiara en él. Y qué quieren que les diga, yo confío en él y en todos los que comparten vestuario con él. Confío en que van a salir a por todas mañana, en que nos van a hacer sentirnos orgullosos de verlos con nuestra camiseta. Porque ahora mismo en el Betis, están enchufados hasta los recogepelotas.
