Las cenas de Navidad durante y tras los días de confinamiento, para aquellos que por desgracia terminan perdiendo el gusto, han pasado de ser auténticos banquetes a meras comidas celebradas en fechas señaladas, de un «sabor» un tanto insulso e insípido. Algo así como lo que supuso la vuelta al trabajo de la cuadrilla bética tras el breve impás navideño. La tan temida frase de «papá, estas gambas no me saben» se transformó en el Benito Villamarín en una especie de «Manuel, este equipo no me transmite». Y eso que ante los pupilos de Eduardo ‘Chacho’ Coudet ni siquiera se vio al peor de la temporada, pero sí uno que recuerda especialmente a cursos pasados. En la primera jornada laboral del 2022 para los peones del Ingeniero primaron los errores individuales por encima del acierto grupal. Por momentos sí se les intuyó a los obreros verdiblancos una buena predisposición de cara a terminar acortando los plazos de una entrega que no había empezado del todo bien, pero no era el día. Así el cuadro de las trece barras dio la bienvenida al nuevo año de la misma forma (por el resultado) que despidió el anterior, pero al mismo tiempo diferente (por lo sucedido sobre el terreno de juego).
Más allá de los fallos defensivos propios (y mayoritarios), los ajenos y el poco acierto de cara a portería, es decir, los «típicos» problemas del Real Betis, hay que focalizar en el centro para hablar del por qué de la derrota bética. Manuel Pellegrini no tenía a quien encargarle la vigilancia del enorme foso creado en el corazón del Plan trazado para la principal tarea de la jornada. Una baja por enfermedad apartó al mejor de los obreros verdiblancos del núcleo de la obra, y con este al resto de la cuadrilla de dar un paso más hacia el perfeccionamiento del Plan 2.0. El centro del campo formado por Andrés Guardado y William Carvalho fue un pozo sin fondo. Un auténtico agujero el cual ni mexicano ni portugués eran capaces de abarcar. Una vez los jugadores del Celta de Vigo superaban la primera línea de «presión» local, solo tenían que cabalgar por unas espesas llanuras sin poblar de pasto verde hasta la portería de Rui Silva. Si bien la superioridad rival no era tal y como la que reflejaba el marcador al término de los primeros 45 minutos, las casi indetectables transiciones ofensivas de los hombres de ataque visitantes sí que fueron un continuo castigo para una zaga que sufrió menos que su homóloga celeste, bastante más debilitada.
El año pasado fue demasiado bonito como para que el aficionado del Real Betis no fantasee pensando en que este que recién arranca, a pesar de las formas de estrenarlo, pueda ser igual… o incluso mejor. Es por eso que empezar el nuevo año con errores más propios de finales de 2020 que del inicio (y continuación) de un histórico 2021 no debe ser motivo de desilusión. Los trabajadores del Ingeniero llegaron a la primera cita del año mermados tanto en lo físico como en lo mental. Unas formas tan propias de las fechas como del propio equipo de trabajo. Pero, ¿qué mejor que la llegada de los Reyes Magos procedentes de Oriente como para enmendar uno de los Propósitos de Año Nuevo truncados antes de tiempo? La primera semana del año, por sus partidos y rivales, será vital para relanzar la confianza e ideas del equipo en torno al Plan. Si los heliopolitanos quieren seguir soñando a lo grande tienen que volver a ser quienes reciben los regalos (o los buscan) en lugar de dedicarse a repartirlos.