La Contracrónica del Alavés-Betis (2020/21), por Alberto Pintado
Un buen Betis ha vuelto a relucir. Empezando por el final, Pellegrini ha devuelto la ilusión de una forma efectiva a una afición harta de la incomprensión. La incomprensión del desperdicio de un plantel tan valioso como el que El Ingeniero tiene, durante un curso completo, disponible para sus artimañas.
La primera de, esperemos, muchas, ha llegado en Mendizorroza. Con un 4-2-3-1 inamovible por parte del chileno, el Betis saltó al verde con la clara intención de buscar la victoria. Bravo, Mandi, Emerson, Guido, Canales y Fekir trataron de ejecutar el plan ofensivo con paciencia y conocimiento. La sangre fría era vital para once soldados muy bien dirigidos desde las trincheras. Porque no es baladí ni casual que el Alavés solo haya podido probar a Bravo en dos ocasiones. Y dos, precisamente, en las que el meta aguantó con un temple soberbio para hacerse enorme entre los tres palos.
Con todo, el plan del Betis, dentro de un contexto de 90 y varios minutos, estaba previsto para ser ejecutado a largo plazo. Con una profundidad inmensa del sistema ideado por Pellegrini y mucha amplitud que beneficiaba —o esa era la intención— a los carrileros, el Betis era uno en el campo y trataba de evitar empeorar su juego ante la presión asfixiante en bloque alto del Alavés. Los de Machín, sin embargo, fueron desinflando su disposición defensiva para recaer a un bloque bajo, que erradicó la mayor parte de los espacios entre sus líneas para que el Betis tuviese complicada su fluidez ofensiva.
El equipo de Pellegrini empezaba a sentirse un poco lento con el balón en los pies, aunque su solidez sin balón le mantenía como el merecedor de los tres puntos. El 0-0, sin embargo, se mantenía en el marcador, a pesar del milagro de un Claudio Bravo que es ya la mano derecho de Manuel. Ni siquiera los dos largueros de Guido y de Canales conseguían destascar el ataque bético.
Pero Manuel, aun con el riesgo de empezar a sufrir en su fase defensiva, dio paso a Tello y a Aitor para ofrecer más desborde y mayor profundidad por los costados. El partido estaba en las bandas y Pellegrini lo sabía. Con todo, el Alavés era un bloque muy compacto y los espacios no llegaban. Aun así, Lainez, que ya ha demostrado estar habituado a minutos residuales, saltó al césped en el 92′ y fue clave. Vaya que sí.
Normal que el chaval fuese catalogado como una de las mejores promesas de Sudamérica, en tanto que le bastaron tres minutos para ejecutar el plan de Pellegrini. Abrir el espacio en la frontal. El mexicano provocó dos saques de esquina y, en el segundo, le regaló un caramelo a Tello para que el catalán se tomara una taza de té antes de posar con violencia el balón en el fondo de las mallas babazorras con su pierna siniestra.
Así terminó el periplo tras zarpar el barco de don Manuel. Con un Tello salvador que ejecutó el plan definido por El Ingeniero. No vimos un excelso Betis en Vitoria, pero la victoria llegó tras jugar un partido completo, con una portería a cero y un equipo que es un conjunto y no 22 individuos. Puro fútbol el que Pellegrini ha instaurado en La Palmera y esperemos que sea el comienzo de una era con fundamento futbolístico.