La Contracrónica del Betis-Valladolid (2020/21), por Alberto Pintado
El dinero al césped. Máxima irrefutable en esto del fútbol. Yo, personalmente, concentro el banquillo como parte fundamental del verde, por lo que también es objetivo de la apuesta económica. Y el proyecto del Betis 20/21 nos está dando la razón a todos aquellos que exigíamos a un entrenador a la altura de lo que es la entidad verdiblanca y de los objetivos que el propio club tiene marcados.
Y es que son ya dos los partidos que acumula el barco dirigido por Manuel Pellegrini. Dos partidos de un proyecto que comienzo con clara solidez y con unas ideas muy bien definidas. Y dos partidos, por supuesto, que han terminado con victoria verdiblanca. Porque el Betis saltó al césped del Villamarín dos meses después con el mismo once planteado en Mendizorroza. El chileno, nuevamente, refrendó la claridad de su estilo y de lo que quería imprimir en su Betis.
Fueron solo diez los minutos que, tras un dominio abrumador del Betis en campo rival, tardó el conjunto verdiblanco en abrir la lata. Un pase dentro del área de Álex Moreno fue a dar en el brazo de Óscar Plano y, VAR mediante, el colegiado señaló la pena máxima. A partir de ahí, el galo Fekir se encargó de convertir el primer tanto con sobrada calidad. Desde ahí, el Betis se mantuvo sereno una vez se reinició el encuentro desde el círculo central.
No fue para menos, puesto que Moyano, uno de los jugadores más destacados del plantel blanquivioleta, abandonó el terreno de juego en lo que fue una de las mejores noticias para Pellegrini. Con la táctica del pico y pala, el Betis iba desgastando con el balón a los vallisoletanos. Los visitantes las veían venir sin poder defenderse más que casi en su propia área.
En una de ellas llegó el segundo, gracias a un Guido Rodríguez que volvió a terminar con el cartel de estelar. Habilitó en largo a Borja Iglesias, que, de primeras, dio la carrera en profundidad a Fekir. Falló Canales desde la frontal el disparo a pase del francés, pero allá que llegó la grúa William Carvalho para reventar el cuero con una potencia que ni Oliver Atton en Campeones. El segundo, de forma magistral, estaba ya en el marcador y el beticismo empezaba a notar algo que hacía muchísimos años no experimentaba en sus carnes.
El Valladolid, cierto es, despertó a raíz del alargue en el electrónico por parte del luso. Alegró un poco su fútbol, estirando su disposición en el campo y tratando de golpear a espaldas de los laterales béticos para dañar a Claudio Bravo. Pero, si no era Guido el que cortaba las arremetidas castelloleonesas, eran los centrales Bartra o Mandi, imperiales por segunda vez en la temporada. Aunque, en caso de que el balón traspasara el muro, el inapelable Bravo estaba en su lugar, con una seguridad intacta, para calmar las aguas.
El partido tuvo varias internadas más por parte de ambos equipos, aunque con escaso peligro. Ni Tello, ni Sanabria (aunque sí imprimió mayor profundidad en los ataques veloces desde campo propio del Betis) ni Paul cambiaron el ritmo de un partido que murió con el 2-0. Una clarísima muestra de las ideas que mantiene Pellegrini desde el banquillo. Superioridad absoluta y control omnipotente del devenir del partido. El Betis hizo casi lo que quiso con el Valladolid y se llevó tres puntos más que merecidos en el estreno del equipo en casa.
Está claro que muchos pedían el tercer tanto, tal y como el propio Manuel exigía a los suyos. Es evidente que a mayor diferencia mejor es el disfrute. Pero lo más positivo son los tres puntos, la segunda portería a cero y la señal de que el equipo es uno de los que hacía muchísimos años que no se veían en Heliópolis. Ni tan siquiera aquel con aires cántabros que tanto éxito regaló al Betis durante una temporada. Este es un equipo muy hecho y con fundamentos que está dispuesto a pelear siempre. Dos de dos y Pellegrini, a por el Madrid.
