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Aquel debut soñado de Loren contra el Villareal

Se cumplen casi tres años del estreno del marbellí con el primer equipo

Loren Morón en su debut contra el Villareal
Loren Morón el día de su debut contra el Villareal, vía Marca.

Hace ya casi tres años de aquella tarde de Villamarín. Un sábado de febrero de esos que giran en torno al Betis, de los que entras en el estadio aún con el almuerzo en la garganta. Por aquel entonces aún nos podíamos tocar, mirarnos a la cara sin máscaras, escupir al suelo sin parecer terroristas. El humo corría de asiento en asiento, las primeras cáscaras de pipas empezaban a caer al suelo, los vecinos de localidad se saludaban. Una previa normal, si no fuera porque todas las conversaciones de los feligreses abordaban el mismo tema: “¿Habéis visto el once? Setién mete al shavá arriba”

Todo aquel que tenga más de una temporada en su haber como bético debe saber todo lo que encierra la palabra “shavá” (o en su defecto, “niño”) cuando se pronuncia desde la grada. Con el glosario verdiblanco en la mano podemos definir el término de la siguiente manera: “Dícese del canterano que sube al primer equipo para debutar”. No hay vocablo que encierre mayor privilegio. Más de uno, con maldad, pensará que es una manera de aludir a alguien sobre quién se desconoce su nombre. No lo niego, es probable que la gran mayoría ignore los nombres de los novatos, siempre a excepción de tres o cuatro compañeros de asiento, seguidores acérrimos de la cantera, que son capaces de decirte cuantos goles ha marcado con la zurda en el filial, pero les aseguro que la palabra en cuestión atesora un respaldo, un cariño y un sentimiento de hermandad inigualable.

Mientras los que estaban más puestos en el tema, transistor en mano, ponían al día al personal sobre las andanzas del desconocido Loren Morón, el sol amarillo como la camiseta del equipo visitante, castigaba el graderío. El Villareal, siempre un hueso duro de roer, esta vez no podría eclipsar el debut de un delantero que parecía haberse estado preparando para este momento toda su vida. Bastaron unos pocos minutos de juego, un par de toques al esférico, para que la gente empezara a darse cuenta de que en esas botas había algo diferente. Hay cosas que no se pueden explicar, la clase y la elegancia están entre ellas. Y este las traía de serie. Además, pronto se granjeó, por si ya era poca, la simpatía de todo el público. El marbellí corría de un lado para otro con el ímpetu de un león enjaulado, presionaba con el ansia de los que necesitan el balón para vivir. Y claro, eso el Villamarín lo valora: “le echa huevos el tío ¿eh?”

El disloque llegó al borde del descanso. Un mal despeje de la defensa del Villareal fue a parar a las botas de Fabián, que, tras un forcejeo con Trigueros en el centro del campo, consiguió encontrar al número 16, que esperaba agazapado la bola. Recibió de espaldas, un toque con la zurda y otro con la diestra fueron suficientes para girarse hacia la portería, otra leve caricia para acomodar el esférico y un fulminante zurriagazo, bastaron para que el balón acabara en las mallas. Parecía como si todo fuera parte de un plan diseñado en la cabeza del debutante, cuatro toques medidos al milímetro y ejecutados en una velocidad fulgurante. No había dudas, aquello era un delantero con todas las letras, de los que tienen el arco entre ceja y ceja, de esos que arman la pierna en una baldosa. Un gol siempre es especial, pero cuando lo marca un canterano tiene ese aliciente de que es cortesía de la casa. El Villamarín clamaba y se entregaba a aquella pasión que desprendía uno de los suyos.

Muchas veces, la realidad supera a la ficción. Hay momentos que parecen sacados de los sueños más húmedos de los protagonistas, y este es uno de ellos, porque aún no se había terminado de escribir este bello capítulo de la historia de las trece barras. Ya en la segunda mitad, Barragán tras bordear el área, cedió el balón hacia atrás para que Fabián mandase un centro-chut al punto de penalti dónde esperaba un pillo y ávido Loren Morón que consiguió cambiar la trayectoria del disparo para batir a Asensio.

Fue entonces, cuando se desató la locura. Loren corrió como un poseso hacia la esquina con los puños y los ojos cerrados, con la rabia contenida del que cumple los sueños liberó su garganta, el Villamarín a golpe de ovación lo acabó de bautizar. Un debut soñado. En aquel momento dejó de ser el “shavá”, para convertirse en Loren, un tipo que defiende el escudo que lleva en el pecho con uñas y dientes, un delantero elegante, con golpes de genialidad, un profesional de los caños y sobre todo un delantero nato, de los que huele la sangre. Desde entonces, lleva 26 goles y 101 partidos con el primer equipo. Este domingo, vuelve el Villareal a visitar el Villamarín, a las 16.15. Mismo horario y mismo escenario que el de aquella tarde de febrero de 2018. Esta vez las gradas estarán vacías ¿jugará Loren?

Escrito por

Juego con las letras en @elpespunte y @OndaBetica. Estudiante de periodismo en la UCM.

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